Hoy se han cumplido 30 años desde aquel día en que una movilización militar irrumpió en el Congreso de los Diputados con el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero a la cabeza y pistola en mano.
Sin duda, aquel día marcó un antes y un después en el devenir de la democracia en España. Para la mayoría de la opinión pública el proceso que siguió al 23-F fue el ideal y el mejor que se podía haber dado en pos de la protección de una democracia recién nacida en aquel 1981, pues al final, y siempre según la versión oficial dada, aquel Golpe de Estado fracasó, a sus autores se les condenó, y se sentó a esta democracia sobre una sólida base.
Esta es la versión más extendida.
Sin embargo, el halo de misterio que rodea a aquellos sucesos me llevaron a indagar un poco e informarme sobre el proceso conocido, el posible proceso real que hubo detrás de los informes oficiales, comparar datos y sospechar de las incoherencias presentes en la versión oficial del golpe del 23-F.
En la versión oficial, aquel 23-F terminó con una transición que al final acabó reconciliando a las dos Españas, y entre otras cosas, reforzó la imagen de la institución monárquica, dado que el rey a ojos públicos se posicionó contra los golpistas alegando la legitimidad del proceso democrático votado por los españoles mediante referéndum.
Sin embargo yo no veo que el proceso derivado del 23-F fuese ni mucho menos el ideal. Sin aquel intento de golpe, la transición podría haber llevado a la democracia mucho más lejos de lo que hoy conocemos. El levantamiento militar dió al traste con los proyectos previstos y rebajó considerablemente las expectativas democráticas.