Vamos a suponer por ahora que los números del recuento de votos de las elecciones del 26J son los reales y que no ha habido ningún tipo de manipulación de datos.
Sobre este supuesto, con los datos del Ministerio del Interior, que dan 137 escaños al Partido Popular como fuerza más votada, 14 más de los que obtuvo en las elecciones del pasado 20 de Diciembre, después de visto lo visto durante la nefasta legislatura anterior, cabría preguntarse cual es la calidad moral y ética de un país que vuelve a votar mayoritariamente la continuidad de la corrupción, del partido de Bárcenas y Rodrigo Rato, de las cajas B, del partido de los casos Gürtel, Púnica, Noos, Fabra, Pokémon, Palma Arena y un sinfín más, el de las sedes embargadas y reformadas con dinero negro, de la evasión fiscal, de los recortes en sanidad, de la laminación de derechos, de la precariedad laboral, del aumento de la desigualdad, de los rescates milmillonarios a los bancos que desahucian a familias en emergencia social, de la elitización y mercantilización del sistema educativo, de las subidas del IVA, del IBI, del IRPF y del precio de la luz, de la amnistía fiscal a los ladrones de guante blanco, de las cuentas ocultas en Suiza, de las sociedades "offshore", de la Ley Mordaza y la represión de la protesta social, de la manipulación de la televisión pública, de las concesiones a dedo, de los fondos buitres, de la especulación financiera, de la sumisión total ante la Troika, del TTIP, del vaciamiento de la hucha de las pensiones públicas, del art. 135 de la Constitución, reformado con nocturnidad, alevosía y sin referéndum, para dar prioridad al pago de la deuda ilegítima a los bancos alemanes por encima de la protección social, de la supremacía de los valores patriarcales, de las brechas salariales entre hombres y mujeres, y del exilio de los jóvenes para buscarse un futuro que aquí no tienen.
Existe una premisa fija: hay al menos 7 millones de personas para las que todo lo anteriormente citado es tolerable, un mal menor, o porque simple y llanamente les importa una mierda mientras a ellos les vaya bien.
Pero entre esos 7 millones tampoco faltan los que justifican lo injustificable, convencidos de que la vía austericida neoliberal es la única posible para que el país se recupere, los que piensan que de esta forma están defendiendo la "unidad nacional" frente al comunismo y/o el separatismo, o los que directamente desconocen el programa a aplicar y votan por inercia como si lo estuvieran haciendo por sus equipos de fútbol, como si se tratara de una hinchada que apoya a "los suyos" hasta la muerte y pase lo que pase, ¡incluso formando parte de las clases sociales que sufren sus políticas!
En este caso, y con todo lo mencionado, cabría afirmar que una parte de España es sumamente conformista, está acostumbrada a los azotes, y creen que así debe seguir siendo.