jueves, 8 de septiembre de 2011

Lo que nadie nos contará sobre Libia

Siguiendo con el tema de Libia y la invasión de la que ha sido víctima por parte de las potencias occidentales alineadas en la OTAN, revelo algunos datos de interés sobre la vida que había en la Jamahiriya libia justo antes de que estallase la guerra de "liberación", y que probablemente no facilitará ningún rotativo informativo de los países intervinientes o sus aliados.
  • La tasa de desempleo en Libia era del 0%, en contraposición con la actual situación laboral de los países de Occidente.
  • Libia tiene en la actualidad el mayor PIB de todo el continente africano.
  • Menos del 5% de la población libia está considerada como "pobre".
  • Libia tiene menos personas por debajo del umbral de la pobreza que una nación desarrollada e industrializada como Holanda.
  • La esperanza de vida es de 75 años, la más alta de toda África. Por encima del 10% de la media mundial.
  • A excepción de los touaregs y los nómadas beduinos, la mayoría de las familias libias poseen casa y coche.
  • La sanidad y la educación en Libia son gratuitas, fruto de lo cual, el índice de alfabetización del país llega al 82%.
  • Libia ocupa el primer puesto en el índice de desarrollo humano de África. En términos de PIB per cápita se le puede comparar con países desarrollados como México o Argentina.
  • En Libia no existe la usura. El banco estatal libio no cobra intereses por los préstamos.
  • En 2010, la administración de Gaddafi distribuyó 500 dólares a cada hombre, mujer y niño de los 6 millones y medio de habitantes de Libia (o al menos los que tenía entonces).

Con estos datos encima de la mesa (que son perfectamente verificables), es conveniente analizar con exhaustividad los motivos reales que llevaron al inicio de las protestas contra el gobierno de Gaddafi, cuyo caso no se puede comparar con las que tuvieron lugar en Túnez y en Egipto, pues sus circunstancias eran muy diferentes, ya que en éstos países la pobreza y el malestar social aumentaban a pasos agigantados mientras los déspotas gobiernos de Ben Alí y Hosni Mubarak llevaban décadas lucrándose del pueblo y de los negocios con Occidente.

Por otra parte, a Gaddafi se le da una imagen aún más maléfica cuando se afirma que llegó al poder tras derrocar al rey Idris en 1969 mediante un golpe de Estado. Y efectivamente fue así, pero lo que no se dice es que ese golpe contó con el apoyo popular de todo el país, y que tras esos sucesos se casó con una mujer perteneciente a una tribu ligada a la realeza de la monarquía saliente para unificar al pueblo en un nuevo contexto de paz.

Gaddafi podía ser un líder estrafalario, con carácter autoritario y caprichoso, pero lo que no se podía decir es que su pueblo viviese en malas condiciones, además de que nunca existieron pruebas reales de que se violasen los Derechos Humanos como hoy repiten continuamente los noticieros informativos de las potencias occidentales (he aquí la tabla de Derechos Humanos firmados por Libia).

Visto de esta manera, la situación en otros países del Magreb como Túnez, Marruecos o Egipto era bastante más alarmante pero en ninguno de estos países estalló una guerra armada (porque tampoco es lo que buscaba el pueblo) y ni mucho menos se planteó una intervención militar internacional.

En el contexto social de Libia no se entienden las razones para que parte del pueblo se levantase en armas, pero en el aspecto económico dentro del contexto internacional global sí que existe un motivo muy poderoso, y es que el petróleo libio es el de producción más barata del mundo (sólo cuesta un dólar producir un barril, mientras que en Occidente un barril cuesta 115 dólares) y su calidad es excepcional.
Este interés económico, que ya fue en su día reconocido por el que fuese presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, es la razón fundamental por la que los servicios secretos norteamericanos y británicos, la CIA y el MI6, han estado alimentando la disidencia entre la población libia durante los últimos 30 años, del mismo modo en que lo han hecho en otros países como Cuba, Venezuela, Nicaragua, Chile o las ex-repúblicas soviéticas, por poner sólo algunos ejemplos.
Con la riqueza que posee Libia y el sistema económico que puso en práctica Gaddafi, que supone un insulto para los intereses del capitalismo global, era obvio que tarde o temprano intentarían derrocarle.

Pero para que nos demos cuenta del juego a doble banda que mantenían las potencias occidentales con Gaddafi mientras le consideraron un aliado, han salido a la luz pruebas de que la CIA mantuvo contactos y negociaciones con Gaddafi para atrapar a terroristas islámicos. Mientras que el MI6 británico mantenía informado a Gaddafi sobre el estado y el paradero de disidentes libios que residían en Inglaterra.
Todo esto no es más que una prueba más de la hipocresía de las potencias occidentales, que ayudaron a Gaddafi con el trabajo sucio por el que ahora le juzgan.

Pero si a Gaddafi se le derrocó con la excusa de que violaba los Derechos Humanos, muy atentos hay que estar ahora a las represalias que están tomando los rebeldes (entre los que hay elementos de Al-Qaeda) por mando o por consentimiento del libertador Consejo Nacional de Transición, deteniendo, torturando y ejecutando a las personas de raza negra que se encuentran en el país por ser presuntos sospechosos de haber servido de mercenarios a Gaddafi o a todo aquel presunto seguidor suyo.

Tampoco se ha dicho en nuestros medios de (des)información que en el día del Aid, la fiesta del final del Ramadán, la OTAN y sus mercenarios mataron a unas 1000 personas en Sirte y a unas 400 en Alajelat mientras rezaban.

Con este contraste de informaciones hay que ser muy críticos con lo que escuchemos en la radio y en la televisión, porque no olvidemos que, una vez más, nos enteraremos de lo que quieran que nos enteremos los que manejan los hilos desde Washington.

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