viernes, 3 de agosto de 2012

El error de señalar al falso culpable


-->

Cuando la política no representa a la voluntad popular, cuando se imponen leyes y decretos que lesionan los intereses de los ciudadanos, cuando vemos que se estafa a la mayoría para beneficiar a unos pocos, y que los sucesivos partidos en el gobierno olvidan las promesas de un mundo "mejor" una vez llegan al poder, el ciudadano se siente engañado, utilizado y ultrajado.

Es en este momento cuando empiezan a surgir los movimientos, y su efecto empieza a extrapolarse a las calles. En la calle es en donde la democracia se recupera y reinventa su autonomía, pero es también en donde se enfrenta a la reacción de quienes intentarán defender el status quo.
En nuestra sociedad actual son muy comunes afirmaciones como "la culpa de todo la tienen los políticos" o "todos los políticos son iguales", que se combinan ahora con otras como "todos los sindicatos están vendidos".

El progresivo descontento e indignación del pueblo con las políticas de sus gobernantes y sus vacías promesas se ha traducido a lo largo de los años en un creciente desapego y rechazo hacia la clase política en general. Y si bien al pueblo no le faltan en absoluto razones para condenar a los corruptos gobiernos de los que hemos sido (y somos) objeto, no es del todo cierto que todos los políticos sean iguales. Sabemos que el sistema político español actual es un tentador pastel para oportunistas, corruptos y mafiosos, pero estaríamos cayendo en la generalización fácil si metiésemos en el mismo saco a gente de la calaña de Francisco Camps, Rodrigo Rato, José María Aznar, Ángel Acebes, Esperanza Aguirre, María Dolores de Cospedal, Jaume Matas o Luis de Guindos (por citar sólo algunos), con Juan Manuel Sánchez Gordillo o Julio Anguita.

No hace falta profundizar en la trayectoria de cada uno de ellos dado que éstas ya son ampliamente conocidas. Sencillamente no son comparables las políticas de recortes de derechos sociales, de privatizaciones generalizadas de servicios públicos y de trato privilegiado a los grandes poderes económicos con las políticas de derecho a una vivienda digna y barata, de socialización de la tierra y el trabajo, de protección del trabajador frente a la explotación, de solidaridad colectiva o de defensa de unos servicios públicos esenciales y universales. Son dos tipos de políticas tan diferentes como el día y la noche. Por ello no es acertado cortar a todos por el mismo patrón.

De la misma forma tampoco es acertado comparar a los sindicatos mayoritarios UGT y CCOO con otros más pequeños pero infinitamente más combativos como el SAT (Sindicato Andaluz de Trabajadores) o la CGT, que hoy por hoy forman parte de la vanguardia en las luchas de la clase trabajadora y ejercen desde las bases presión sobre las cúpulas burocráticas de UGT y CCOO.

Cuando el problema se reduce en exclusiva a los políticos (y a los sindicatos en todo caso) se están obviando las causas fundamentales por las que el sistema político tiene el funcionamiento que tiene. Ello da lugar a análisis erróneos, y como consecuencia a señalar al falso culpable mientras el verdadero permanece oculto ante nuestros ojos.
Si se señala a los políticos como únicos culpables de la situación de profunda crisis e injusticia para la amplia mayoría de la sociedad, ignorando el marco bajo el que actúan, el de la democracia representativa liberal como forma de dominación de los verdaderos gobernantes en la sombra: la banca, las grandes empresas privadas y los círculos financieros, nuestro criterio y percepción de la realidad se reducen, surgiendo como consecuencia formas fascistas de pensar la política, no tanto en el sentido del fascismo clásico sino más bien en una forma más sutil y moldeable.
Y esta actitud, como consecuencia del mal análisis del problema, está siendo alimentada en diversos sectores de la sociedad, con el beneplácito de los baluartes de la dominación capitalista, que ven así como parte del pueblo dirige su ira contra los políticos en general, jugando éstos el papel de chivo expiatorio, mientras el tiránico gobierno en la sombra se mantiene intacto. Por esta razón, los grandes poderes económicos apoyan y financian a dos grandes grupos políticos, que nominalmente parecen contrapuestos pero que en esencia aplican políticas similares y en beneficio de los mismos amos. Su régimen necesita estos partidos a los que poder manejar, de espectro "moderado", que puedan englobar a la mayoría de los votantes, tanto de derechas como de izquierdas, y de esta manera mantener su dominio bajo una apariencia democrática, al tiempo que van desideologizando a la sociedad y vaciando a la propia democracia.

Pero en circunstancias de decadencia del sistema capitalista, cuando la explotación laboral, el empobrecimiento progresivo y el empeoramiento de las condiciones de vida del pueblo se convierten en ley, las masas sociales se radicalizan y se levantan buscando la forma de subvertir este proceso salvaje. Pero si cometen el error de dejarse manipular con discursos populistas superficiales, ignorando que el origen del problema está en el propio sistema socio-económico, podrán ser objeto de fácil manipulación de algún orador que con tono agresivo acabe culpando de todo a los inmigrantes o a otros colectivos sociales marginados [que estarían ocupando sus puestos de trabajo, y por ende, "quitándoles su pan"], lo que resultaría indudablemente beneficioso para los intereses de la oligarquía capitalista dominante ya que lograrían desviar la atención de sus actos. Recuerden cómo Hitler llegó al poder.

Cuando el régimen capitalista agota sus formas sutiles de dominación vienen las formas explícitas: las represivas en nombre de la defensa de la patria, bajo una actitud profundamente chauvinista. Y acabaría cumpliéndose la definición del sociólogo Nicos Poulantzas, quien definía al fascismo como el régimen de la forma capitalista bajo el estado de excepción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario