domingo, 29 de abril de 2012

Contra la represión: Rebelión

Cuando un gobierno llega al poder haciendo promesas "celestiales",  pero a  la hora de la verdad acaba ejerciendo en favor de las grandes oligarquías dominantes, se produce una profunda ruptura entre la casta política gobernante y el pueblo al que estos dicen representar, llegando éste último en consecuencia a sentirse engañado, utilizado, manipulado y ultrajado. En ese momento surge una creciente tensión y alarma social que va incrementándose exponencialmente con cada nuevo decreto de un gobierno que no tiene ningún escrúpulo a la hora de recortar en servicios públicos, pero que sin embargo sí que mantiene bastante cautela con las poderosas instituciones que casualmente les brindan más apoyo, como la Iglesia Católica, la banca, o la Casa Real.

Ante los continuos atropellos de los derechos laborales y civiles de los que son víctima los ciudadanos en favor del enriquecimiento de una porción muy pequeña de poderosos dirigentes, es inevitable que el malestar social se extienda rápidamente y que los ciudadanos empiecen a reflexionar y organizar planes de desobediencia y resistencia civil.
La minoría dominante, consciente del crecimiento de la alarma social, influye y utiliza su brazo político para legislar en su favor y criminalizar todo tipo de acción contestataria por parte de la ciudadanía. Además, utilizan su control mediático para legitimar estas actuaciones ante una manipulada opinión pública. Eso es lo que en este momento está sucediendo en España. El Partido Popular llegó al gobierno pregonando tener "la solución a la crisis", prometiendo la creación masiva de empleo para todo el mundo, y jurando y perjurando que no tocarían ni las ayudas para la dependencia, ni la sanidad ni la educación pública. Pero en esta pseudodemocracia ya estaba muy asentada la cultura de la promesa vacía, la de "regalarle el oído" al votante para conseguir su voto, y aprovecharse de esa soberanía una vez en el poder para moldear la ley al antojo de unos cuantos privilegiados, y por supuesto, para rapiñar de ese goloso pastel que es el dinero público.
Hace poco lo dijo uno de los diputados del Partido Popular: "Ya no estamos en campaña, es hora de decir lo que realmente pensamos." En alusión al mantenimiento de la sanidad y la educación universal, pública y gratuita, lo que tildó, nada más y nada menos, que de "utopía".

En otras circunstancias, digamos, de menor presión internacional y menos prisas, el gobierno actual habría introducido sus políticas de forma más suave, más progresiva, mientras que haría pequeñas concesiones para mantener conforme y calladito al populacho. Pero en el contexto actual, los únicos poderes a los que se doblega el gobierno del Partido Popular (los mercados, el FMI y el BCE) tienen un hambre voraz de recortes en políticas sociales y en derechos civiles, les urgen las prisas para conservar su posición dominante cuando estamos asistiendo al colapso del sistema capitalista a nivel global. En este contexto, las políticas feudalistas que exigen los mandamases del gran capital no pueden esperar, y fruto de ello tenemos en España, en solo 100 días de gobierno, una reforma laboral que solamente ha contado con el apoyo de los únicos beneficiados (los grandes empresarios), una reforma del sistema financiero absolutamente estéril, recortes abusivos en todos los sectores clave para el desarrollo y mantenimiento de la sociedad, entre ellos educación, sanidad y cultura, recorte en el presupuesto para políticas de creación de empleo (a pesar de repetir como loros que su mayor enemigo es el desempleo), mientras que los recortes en los sectores más privilegiados como la Casa Real, la Iglesia o Defensa son ridículos o sencillamente inexistentes.

Y si añadimos que mientras el gobierno recorta masivamente en sanidad y educación pública supuestamente por no haber dinero para mantenerlas, se comete la inmoral acción de inyectar multimillonarias ayudas a la banca, es de absoluta lógica que el malestar social se multiplique y que la ciudadanía se manifieste contra un sistema político que no representa más que a los poderosos a los que sirve.
El problema para este tipo de partidos en un sistema de democracia representativa es que los intereses a los que sirve son los de una minoría muy reducida, por lo que los votos de éstos resultan insuficientes para alcanzar el poder. Se hace necesaria la demagogia, el populismo, hacer promesas que en ningún momento se piensan cumplir, la utilización de las necesidades de la ciudadanía como cebo para atraer votos, aunque ello suponga una clara contradicción de su línea ideológica, pues no están en política para defender ningún principio sino para satisfacer sus ambiciones personales a cambio de servir a los que realmente dictan las normas tras la cortina.

Como respuesta a la brutal agresión contra los derechos civiles y laborales por los que la clase trabajadora ha luchado tanto durante décadas, una ciudadanía que no se siente representada por esos mercenarios que se sientan en el parlamento se organiza al margen de éstos, hacen correr la voz y llaman a la rebelión civil. Así surgieron movimientos como el 15-M, que para sorpresa de los poderosos llenaron masivamente las calles de las principales ciudades del país, y las ocuparon durante semanas.

Al principio la maniobra del poder de facto fue la de ignorar estas manifestaciones, minimizarlas y restarles importancia, intentando convencer a través de sus medios de que realmente eran cuatro gatos que no estaban contentos con el sistema, y a los que se decía "entender" en parte en sus razones, pero que como sólo eran una minoría no tenían más remedio que tragar.

Pero aquellas manifestaciones eran cualquier cosa menos minoritarias, y llegó un momento en que este tipo de movimientos ciudadanos empezó a ser molesto para el poder de facto. Prueba de ello fueron las cada vez más cargas policiales contra los manifestantes en algunas ciudades, siendo la mayoría de ellas gobernadas por la derecha reaccionaria del Partido Popular o de CiU, si bien esto no exculpa en absoluto al otro partido mayoritario del régimen, el PSOE, que también intentó minimizar el impacto de los movimientos ciudadanos.

Con la llegada al poder del reaccionario y destructivo gobierno del PP, y el cizallamiento de los servicios públicos y de los derechos laborales que aún quedaban, los movimientos ciudadanos aglutinados en organizaciones ciudadanas, secciones sindicales o en bases de partidos contrarios al actual régimen, han vuelto a resurgir con más fuerza que antes y las manifestaciones son cada vez más frecuentes, siendo la más numerosa y con mayor impacto hasta ahora la huelga general a nivel estatal del pasado 29 de Marzo.

Ante este ascenso de la tensión social que ya ningún medio puede ocultar, el poder de facto ha pasado de ignorar, minimizar y descalificar a los movimientos ciudadanos a reprimirlos directamente con cargas físicas, detenciones y condenas arbitrarias, persecución de todo activismo e incluso a reformar el Código Penal para criminalizar hasta el más mínimo acto de resistencia, puesto que ahora será considerada delito contra la autoridad incluso la resistencia pacífica, al más puro estilo de una dictadura militar. Solo faltaría imponer el toque de queda.


Pero lo que colma el vaso es que mientras se reprime de esta manera brutal y sin escrúpulos a la ciudadanía consciente e insumisa, condenándose hasta a 4 años de cárcel a quien rompe una vidriera de un banco, se amnistia a los grandes delincuentes, los banqueros que especulan con el dinero de los ciudadanos, los políticos que se dejan sobornar a cambio de favores, los que desvían dinero público a paraísos fiscales a nombre de entidades fraudulentas, y se les ofrecen salidas "legales".
A las personas honradas, trabajadoras y con ideas se les persigue, se les criminaliza y se les somete, mientras que a la peor calaña que hoy viste de traje y corbata se le da un trato especial y se les permite sin ningún pudor estafar, defraudar y lucrarse a costa del resto de la ciudadanía, incluso el ser condenados a prisión y no llegar a poner nunca un pie en prisión.
Es un sistema que está corrupto desde el primero hasta el último engranaje, se utiliza a la ciudadanía para el lucro personal y el servilismo de unos cuantos magnates que influyen y manejan el sistema político a su gusto, pisoteando todos los valores éticos que pudiera tener una sociedad moderna, solidaria y civilizada, además de contar prácticamente con inmunidad jurídica.

Sobra decir que un país en donde tienen lugar toda esta lista de despropósitos ni el poder es ejercido por el pueblo, ni hay una verdadera libertad, ni existe más justicia que la que el dinero pueda comprar. No existe ninguna democracia por mucho que algunos iluminados quieran convencernos de que "nuestra democracia goza de una gran salud". No hay democracia donde el ciudadano tiene que elegir si le gobierna un ratero o un especulador, no hay justicia si el ciudadano tiene que elegir entre mendigar o ser explotado, por ello la lucha en la calle es absolutamente legítima, y, para ser francos, la única vía para efectuar el cambio que le urge a la ciudadanía. E incluso ese derecho nos intentan ahora cercenar, el derecho a la protesta, al pataleo... para que luego se pongan a señalar hipócritamente a otros países por violación de la libertad de expresión...

Pero el hecho de que tomen todas estas medidas de seguridad se debe precisamente al miedo que tienen al pueblo, el miedo atroz a un levantamiento popular ahora que su sistema se está desmoronando y que se les está cayendo la máscara. Ahora que el pueblo está dándose cuenta del mundo en el que vive, el poder de facto intenta someterlo por la fuerza, intentando inculcarles miedo, miedo a que intenten resistirse al orden establecido, miedo a la desobediencia, miedo incluso a alzar la voz. Si consiguen que sintamos miedo, habrán ganado, porque no tendrán oposición.
Pero debemos darnos cuenta de que su miedo es mucho mayor que el nuestro. La historia está llena de demostraciones de que ningún régimen aguanta eternamente, y que el pueblo, por mucho que lo pisen, se vuelve a levantar.

Ahora ha llegado el momento de que nosotros, como pueblo, escribamos nuestra parte de la historia.

2 comentarios:

  1. Ojalá en las próximas elecciones el PP lo pague bien claro.
    No estoy en contra del 15-M, pero creo que acampando en un sitio no se resuelve nada. Me parecería bastante justo que se tomara el Congreso de los Diputados o se hiciesen huelgas de hambres.

    Todo cambio social a lo largo de la historia ha requerido derramamiento de sangre en mayor o menor medida. El cambio social y económico que pretendemos desde luego no va a ser diferente.

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