domingo, 19 de septiembre de 2010

Pan, circo y españolismo


Inauguro el blog con este artículo propio que redacté en el mes de Julio con motivo de la victoria de la selección española en el Mundial de fútbol, y de los resultados de la misma sobre la sociedad española. Decir que el artículo está basado en otro artículo de Imanol Royo en el periódico Kaosenlared.net. Sirva como bienvenida al blog.


Hemos asistido a un hecho histórico en la historia del deporte, tanto a nivel nacional como a nivel mundial, un hecho que sin duda es positivo para el reconocimiento del fútbol español a nivel mundial, y que de una forma o de otra le ha dado más “bombo” a España a nivel internacional y turístico.

Pero lo que llama enormemente la atención es ver calles abarrotadas por los aficionados, enarbolando banderas nacionales como pocas veces se suele ver, exaltando hasta la gloria más extasiante a un grupo de futbolistas que han representado a un país en un campeonato deportivo.

¿Por qué llama tanto la atención?

Llama la atención porque en los tiempos que corren estamos también asistiendo a la crisis económica más grande que ha experimentado el capital en toda la historia moderna, con sus subsiguientes consecuencias: paro desmedido, precariedad laboral, recortes de derechos fundamentales a los trabajadores, jubilación a los 67 años, deshaucios... y sin embargo, no han salido en masa tanta gente a las calles para reclamar sus derechos y protestar por los severos recortes sociales de los que estamos siendo víctimas.

Si bien es cierto que deporte y situación política-económica-laboral son temas distintos, también lo es que a rasgos prácticos y éticos, una cosa demanda mucha más atención que la otra, y no es precisamente a la que se le ha prestado mayor atención.
Es por lo que resulta algo irrisorio ver como se mueven las masas con el “espectáculo nacional” en comparación con las movilizaciones por los derechos sociales de esas mismas personas que se echaron en masa a las calles a celebrar el triunfo de la selección hasta altas horas de la madrugada, de los cuales, cerca de 5 millones no tienen trabajo y tienen serias dificultades para llegar a fin de mes... pero aún así, a pesar de la que está cayendo en España, con la situación laboral que ya conocemos, con deshaucios por doquier y con el umbral de la pobreza aumentando de forma alarmante en la sociedad, seguimos siendo fieles partícipes del circo creado alrededor del fútbol, en este caso aliñado con fuertes dosis de nacionalismo, al tratarse de la selección nacional.

¿Entonces no se puede animar a la selección y celebrar cuando gana?

Desde luego que sí, se puede animar y disfrutar con ella, pero hagamos las cosas a su apropiada medida. Lo lógico sería movilizarse de la misma forma por los problemas de mayor dimensión y que nos afectan a todos. Pues es fácil quejarse de la situación que se está viviendo delante de la televisión, y cuando llega la hora de movilizarse no mover un dedo, esperando que sean otros los que se manifiesten por nosotros.
Racionalizar nuestro comportamiento es esencial para el avance social. Si nos movemos para una cosa, ¿por qué no nos movemos cuando se trata de algo más importante?

¿Es un acto político enaltecer la bandera rojigualda?

Es un tema un poco peliagudo.
No todos los que enarbolan una bandera nacional lo hacen por un motivo político, pero por desgracia, y aunque se quiera abstraer mucho del ambiente político, el solo símbolo que representa una bandera nacional trae consigo connotaciones políticas inherentes a la misma, y que en estos días de euforia se ha traducido en frases que nada tienen que ver con el fútbol ni con los resultados de la selección, frases como “Viva el Rey”, o la polémica (por razones históricas obvias) “Arriba España”.
Hay quienes niegan tal relación política en dichas frases, pero al menos en lo referente a la Jefatura del Estado español, la relación es innegable. Por este motivo no concuerda el hecho de que los mismos que alzan sus voces con esas frases manifiesten que no mezclan deporte con política.

Y bueno, independientemente de las banderas que se ondeen para la ocasión, la historia nos dice que España ha tenido muchas banderas a lo largo de los siglos, y en los momentos actuales es de gran controversia la disputa entre la rojigualda y la tricolor de la Segunda República, ya que esta confrontación solo se saldó con un Golpe de Estado por alzamiento militar, y, posteriormente, con una Transición de todo menos modélica, donde el dictador Francisco Franco impuso a Juan Carlos de Borbón como su sucesor en la Jefatura del Estado, imposibilitando un debate real en torno a la figura del monarca y la posibilidad republicana.

Es por ello que ondear la bandera rojigualda adquiere un carácter político, aunque su uso esté normalizado y sea oficialmente considerada común a todos los españoles. Es posible que sobre el papel esta sea la bandera oficial, pero no es nuevo que el sentimiento de un enorme porcentaje de españoles también considere como suya la bandera tricolor republicana, sabiendo que la actual bandera monárquica es una de las herencias de los golpistas de 1936 y de los continuadores del mismo régimen que concedieron la absolución y la inmunidad absoluta a colaboradores estrechos con el régimen franquista y los crímenes del mismo (crímenes aún sin juzgar, por cierto).
¿Se imaginan a los alemanes ondeando banderas alemanas con la svástika nazi?

La aprobación de la Constitución de 1978 fue un mero mecanismo para legitimar la monarquía; y se debe tener en cuenta que en aquel momento no todos los partidos estaban legalizados, y a los que estaban legalizados se les impidió cuestionar la monarquía, por lo que la elección se redujo básicamente a elegir entre el continuismo franquista o el cambio democrático con monarquía incluida. No hubo más opciones. A los ciudadanos que abogaban por una nueva República no se les dio el derecho de expresarse.

Hay todavía quienes no saben o piensan que esto no fue así, que creen que Juan Carlos de Borbón fue votado por el pueblo, o que su figura es la salvadora de la democracia, pero lo cierto es que existe documentación suficiente que corrobora tales hechos, los que vivieron aquello pueden dar fe de que no fue elegido más que por el entonces Jefe del Estado, el dictador Francisco Franco.
Y en cuanto a ser el “salvador” de la democracia, es una visión que depende de si se ha investigado el tema más allá de lo que cuentan los medios “oficiales”, pues Juan Carlos de Borbón estaba más que enterado de las maniobras golpistas de algunos altos mandos de la Guardia Civil y el ejército en aquel mes de Febrero de 1981, golpe militar que ya estaba pactado con el rey, echándose éste atrás en el último momento, lo que provocó el fracaso del golpe y la posterior detención del teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, junto a otros mandos militares.
De este hecho salió poderosamente reforzada la institución monárquica, pues a ojos públicos, fue el monarca quien evitó que el golpe prosperara, defendiendo así el Estado de derecho. Pero otras investigaciones han dejado numerosos interrogantes abiertos, como el hecho de que Antonio Tejero y los dos principales cabecillas del golpe hubiesen sido realmente utilizados como cabezas de turco en una trama para reforzar la imagen pública de la monarquía ante la sociedad española.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la selección española de fútbol?

La gran cobertura mediática que ha recibido la selección española de fútbol con motivo del mundial ha servido como perfecta cortina de humo ante los graves problemas a los que se enfrentaba el Estado, como la enorme crisis económica y laboral que azota al país, siendo la clase trabajadora la más perjudicada, que está redundando en recortes sociales cada vez más severos para estos mientras a los grandes capitales no se les toca ni un ápice, se privatizan las cajas de ahorro, ocasionando el aumento del umbral de la pobreza y también en consecuencia, los niveles de delincuencia... esto por un lado, luego está la crisis de Estado con origen en las autonomías de Cataluña y Euskadi, y que ningún Gobierno sabe cómo atajar, sin olvidar que en ciertos sectores de la sociedad, sobre todo en los juveniles, se empezaba a cuestionar a la monarquía.

Los efectos de esta cobertura mediática han servido para eclipsar los problemas de Estado y para expandir el ya viejo patriotismo españolista.
Desde hace una década escasa se ha dado un proceso de exaltación de lo nacional frente a la supuesta amenaza que supone la convivencia con otras culturas, costumbres y gentes de otros países.

Existe un mensaje muy fuerte de rechazo a la inmigración, orquestada desde la extrema derecha pasando por los “socialistas” del PSOE y por supuesto el PP, con las agresiones directas a personas de otras nacionalidades, o con las sucesivas Leyes de Extranjería y demás criminalización del colectivo inmigrante.

Ante ello, la masa trabajadora nativa entiende a la inmigración como una competencia laboral que le resta derechos y oportunidades, consolidándose así la guerra interna de clase organizada desde los espectros fascistas y burgueses en conjunto.

Esta desmedida exaltación de lo nacional (y no deja de ser más que otro nacionalismo) se utiliza también para combatir los nacionalismos catalán y vasco, cuando realmente son campañas preparadas para el rechazo y el odio hacia el catalán y el vasco, creándose dos sentimientos: catalanofobia y vascofobia, y como consecuencia, la exaltación de la inquebrantable unidad españolista, al borde prácticamente del lema falangista “Una, grande y libre”.

Los poderes políticos (y los económicos detrás de estos), y sus medios nos han servido el mundial de fútbol como el “espectáculo nacional” para aborregar a las masas, lo han utilizado como opio para el pueblo adormeciendo a las clases protestantes, un circo del que hemos sido fieles partícipes mientras los grandes capitales, la banca, la Iglesia católica y la Casa Real siguen chupando la sangre a la clase trabajadora.

Por otra parte, con motivo de la victoria en el mundial, cada jugador de la selección española de fútbol (que ya de por sí son multimillonarios), ha recibido una prima de ¡¡600.000 €!! (¡nada menos que 100 millones de las antiguas pesetas! por cabeza!), una cantidad que resulta irrisoria, desorbitada e insultante por practicar un deporte, teniendo en cuenta que hay cerca de 5 millones de parados en el país, y que la mayoría de los que tienen trabajo apenas perciben un sueldo que no llega a los 1000 € mensuales. Es una total y completa falta de respeto a los ciudadanos.

...pero aquí no ocurre nada mientras el circo siga su función... al final tenemos lo que nos merecemos...

Pan y circo, y todo el mundo contento.

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